Para ti que te gustan las historias, quieres compartir la experiencia de ingresar a un mundo mágico donde puedes ser también el protagonista, entonces puedes contar conmigo.
Memorias de una gallina

miércoles, 18 de diciembre de 2019
domingo, 6 de octubre de 2019
Camila y su pequeño amigo
María Fajardo Torres
Camila dulce como algodón de azúcar inundaba la casa con
su alegría y travesuras. Su cerquillo parecía una cortina que casi escondía sus
ojos cafés. Con tan solo siete años, va dejando huella por donde pasa: una mano
en la pared, un dibujo con crayola en la cocina, rayas hechas con lápiz decoraban
los muros de su cuarto.
Una noche en que Camila no tenía
sueño, empezó a recorrer su casa. Sintió hambre y fue a la cocina. Abrió un cajón, no encontró lo que quería. Intentó
varias veces, finalmente desistió. Empezó a dar saltos para irse a su
habitación. De repente, escuchó un ruido, pensó será mi imaginación. Después le
pareció oír una vocecita: ven, acompáñame. Sintió un frío en todo su cuerpo. Pero,
como era curiosa, se acercó más y más.
La voz provenía del jardín.
-¿Quién eres? –dijo asombrada.
-Soy un duende castigado a vivir en
este lugar.
-¿Cómo te puedo ayudar? –preguntó con
preocupación- Camila.
-Lo único que quiero es tu amistad.
Vivo solo aquí y quisiera compañía.
Entonces, ¡vamos a jugar!
-¿Qué te gustaría hacer?
-Quiero ser una princesa con alas.
-Está bien.
-No me alcanzas. Vuelo más que una mariposa y que el
periquito de mi vecino.
-¡Uy! casi me como una mosca.
-Ja, ja, ja. Eres divertida. Me matas de risa.
-No, no te mates, me gusta tu compañía.
-No temas, no puedo irme. Solo puedo estar aquí.
-¿Por qué?
-He recibido un castigo por mis maldades.
-¿Qué pasó?
-Nunca entendí porque nací distinto a los demás duendes.
Todos me miraban, se burlaban y sufrí mucho. Mis padres me amaban y mis amigos
me protegían. Pero una tarde fui al arroyo y comprendí su actitud. Todos eran
de color verde y pequeños; yo, gris y
podía cambiar de tamaño.
Desde ese día me prometí que nadie se reiría de mí. Y
elaboré muchos planes: escondía los frutos de los más pequeños, asustaba a las
pequeñas duendes, engañaba a los mayores. Pero lo que colmo la paciencia de mi
pueblo es que una noche me tomé un botellón de licor y me convertí en un ser
gigante: destruí las chacras y muchas casas. Me desterraron y aquí estoy, cumpliendo cien años de condena.
-¿Tanto? –exclamó Camila.
-Sí, pero, ya se hace tarde, regresa a casa.
Camila
se despedía con la mano izquierda y a la par decía: Tengo un nuevo
amigo, que vive cerca al higo, vamos a ser hermanos hasta los cien años.
El duende era como un pequeño
hombrecito. Su aspecto era sufrido si se seguía el surco de las arrugas de su rostro. Las cejas gruesas le
daban un aspecto serio y renegón. Algunas veces, medía alrededor de un metro y
otras, el tamaño de un insecto. Vestía un traje azul desteñido. Su chaqueta
marrón había perdido todos sus botones y su pantalón ya le quedaba corto.
Por eso cada noche Camila bajaba
despacito e iba a la cocina. Allí se
quedaba conversando, jugando con el duende. Ambos inventaban rimas, canciones:
Cuando abres el corazón
una luz te llena el alma
cuando hallas un amigo
tienes una gran razón
para amar y tener calma.
Si sientes frío o temor
sé fuerte como un león
ten fe, yo estoy contigo
sal pronto de tu prisión
yo te daré mi amor
Después, se dirigía a su cuarto, cansada
y alegre de conocer a este pequeño ser.
El duende lucía pequeño como una
hormiga cuando estaba triste y enojado; pero grande, juguetón como el mono de
un libro que le enseñó su papá.
¿Si les cuento a mis amigos me creerán?,
No, no el cargoso de Fabio se burlara de mí. No les digo nada.
Mañana debía ir muy temprano al
colegio y no demoró en soñar.
Imagino
que presentaba a su nuevo amigo a todos sus compañeros; reía, cantaba y en los juegos de carrera se divertían. Y reparó: me
olvidé preguntarle su nombre.
-Hola duende, ¿dónde estás?
-Ven, acompáñame.
- Mira esa flor ¿A qué no sabes su
nombre?
-Sí, es un geranio.
-Y tú ¿cómo te llamas?
-Mi nombre es Demóstenes
-¿Qué?
-Un famoso orador de la antigüedad se
llamaba así. Mi padre lo admiraba.
- ¡Ah!, yo me llamo Camila como mi
abuela.
-Me voy amigo. Chau, Demos.
Un día se durmió en la cocina y la encontró su
mamá. Se disgustó con ella y desde ese momento vigiló su sueño. La visitaba en
las noches y apagaba la luz. Antes le contaba historias:
Había una vez un niño que tenía un
deseo. Él quería alcanzar las estrellas.
Por eso un día subió al lugar más alto
del cerro donde vivía y cuando cerraba los ojos sentía que ellas lo iluminaban.
Incluso la luna parecía jugar a las carreras.
Pero, un día amaneció con mucha
fiebre. Su mamá no sabía qué hacer, sólo le oía decir: estrellas, luna. La mamá
entonces recordó un poema, pero cambio la letra:
Luna, lunera, dale tu luz. Virgencita,
ayúdame. Cobíjalo con amor.
Al día siguiente, el niño amaneció muy
saludable quería saltar, jugar y recordó que su madre lo había acompañado hasta
el amanecer. La abrazó y le dijo: Gracias mamá.
Esa noche mamá e hijo vieron la luna y
les pareció verse reflejados en ella.
Transcurrió mucho tiempo, sin ver a su
nuevo amigo.
¡Como lo extrañaba! ¡Qué noches largas
y aburridas!
Demos, Demos, todavía ¿somos amigos? –preguntaba al viento
Camila-.
Dime amigo, ¿Tengo cien años de
castigo?, ¿no me vas ayudar?
Para recordarlo enunciaba la frase:
Tengo un nuevo amigo, que vive cerca
al higo, vamos a ser hermanos hasta los cien años. Luego se dibujaba junto a él
y se ponía a llorar.
Hasta que una tarde de otoño, se
enteró que sus padres debían asistir a una reunión que duraría muchas horas. Hizo
como si se acostaba muy temprano. Cuando no hubo nadie salió al jardín.
Llamó con insistencia a su amigo. Nadie le
respondía y se puso a llorar desconsolada.
Cuando se dirigía a su habitación, de
pronto oyó risas. Abrió sus ojos como un búho y vio que desde la ventana lo
observaba Demóstenes. Era su amigo y ¡estaba
libre!
-¿Cómo puede ser? -preguntó Camila.
-Tú me dijiste que no podías alejarte
del jardín.
-Sucede que acabó mi condena. Al
conocerte, aprendí a valorar a la gente. Al dejar de verte, sufrí mucho.
Parecía un loco. Empecé a recordar a mi familia y amigos. Prometí cambiar. En ese
momento, el castigo desapareció.
-¡Soy libre y me acepto como soy!
Volví para decirte gracias.
-Yo también te extrañé. Ahora deseo
que te vaya bien. Cuídate mucho.
Ambos se despidieron y prometieron encontrarse
cada vez que necesitara compañía.
Cada otoño en el jardín se escuchaba a
Camila entonar una canción:
Cuando abres el corazón
una luz te llena el alma
cuando hallas un amigo
tienes una gran razón
para amar y tener calma.
martes, 1 de octubre de 2019
jueves, 8 de agosto de 2019
El vacamuchacho
En un lugar de la selva, vivía un niño al que no le gustaba asistir a clases, siempre mentía a su mamá y seguía a los demás niños que asistían a la escuela, pero hasta la mitad del camino. Luego, el niño se sentaba bajo un árbol a descansar, cerca a una ganadería y cuando llegaba la hora de la salida, se unía con los demás niños y regresaba a casa como si hubiera ido a estudiar, pero nunca realizaba tareas.
Un día, haciendo lo mismo de cada mañana, se quedó profundamente dormido. Pasaba por allí un señor o quizás era el dueño de la ganadería que viéndolo dormido, se asustó y dijo:
-¡Tú niño!, ¿qué haces aquí? ¿por qué no vas a la escuela? ¿te estás haciendo la vaca?
El niño por el susto viendo a aquel señor, empezó a correr sin dirección, porque tenía miedo que le digan a su mamá. Mientras corría, le empezaron a salir plumas negras en todo el cuerpo, pico, patas hasta convertirse en un ave.
En la actualidad, en la selva es conocido con el nombre de vacamuchacho.
Recopilado por Jani Chujandama T.
Un día, haciendo lo mismo de cada mañana, se quedó profundamente dormido. Pasaba por allí un señor o quizás era el dueño de la ganadería que viéndolo dormido, se asustó y dijo:
-¡Tú niño!, ¿qué haces aquí? ¿por qué no vas a la escuela? ¿te estás haciendo la vaca?
El niño por el susto viendo a aquel señor, empezó a correr sin dirección, porque tenía miedo que le digan a su mamá. Mientras corría, le empezaron a salir plumas negras en todo el cuerpo, pico, patas hasta convertirse en un ave.
En la actualidad, en la selva es conocido con el nombre de vacamuchacho.
Recopilado por Jani Chujandama T.
domingo, 14 de julio de 2019
viernes, 3 de mayo de 2019
miércoles, 27 de marzo de 2019
domingo, 24 de febrero de 2019
jueves, 17 de enero de 2019
jueves, 10 de enero de 2019
domingo, 6 de enero de 2019
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Escribir es una de mis pasiones. Nací en Pueblo Libre, es un lugar rodeado de parques y de mucha historia, por la pandemia no podíamos sal...