Memorias de una gallina

Memorias de una gallina

lunes, 22 de agosto de 2011

Caída interminable

Cada vez que recuerdo la pesadilla que me acompaña desde mi niñez me quedó sin aliento. Soy perseguida por diferentes personas cuyo rostro no recuerdo, lo que acrecienta mis miedos. Llegó a una esquina y cuando parece que estoy lista para huir, de repente se oye una detonación y luego caigo a un abismo, quiero aferrarme a algo y no puedo, deseo gritar y la voz no me sale. Cuando despierto siento un ligero sudor que me envuelve y me causa estremecimiento.


Muchas veces he pensado en que lo que viví esa noche no era sólo un sueño o mejor dicho pesadilla. Las imágenes, las voces aparecían nítidas como si esperasen ser contadas, como si cobrarán vida esta tarde de verano.


Me quedó sin aliento, soy perseguida por diferentes personas, mis miedos más ocultos aparecen y corro, me escondo formando zig zags inacabables. Y cuando encuentro una salida, una esperanza a este caos... repentinamente veo como voy cayendo, trato de asirme a algo, pero sigo cayendo a un interminable precipicio, quiero gritar, pedir ayuda y no puedo. la angustia me aprisiona. El sudor me baña por completo y un estremecimiento se produce en mi piel.

En ese momento despeierto, sin noción de tiempo y especio como si no reconociera si estoy viva o soy parte de un sueño.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La espera



Y llegó el día esperado. Alfredo vestía de frac negro con una corbata azul y negro. La iglesia estaba decorada con flores blancas e iluminada para la ocasión. Los familiares alborotados y nerviosos destacaban en las primeras filas.


Pasaron muchos minutos y Carla no llegaba.

Todos los invitados empezaron a murmurar. Parientes de ambos lados, desfilaban con sus hijos de la calle a la iglesia y viceversa. Otros esperaban en las rejas impacientes como el novio. Alfredo preso del desconcierto, no paraba de mirar el reloj y se secaba el sudor que le bañaba la frente y marcaba sus arrugas. Él salía y entraba del recinto religioso, parecía un volcán en erupción. El párroco intentaba en vano apaciguar sus ánimos.


Los intentos por comunicarse a casa eran vanos. El celular le respondía: "Deje su mensaje". Alfredo estaba a punto de estallar. Ni su familia podía controlarlo.



De pronto apareció Carla, como nunca la había visto Alfredo.

Lucía un vestido color perla con encajes y su cabello adornado por flores naturales. Sonreía y saludaba coqueta a todos con la mano. Alfredo no espero que llegará hacia él , fue a su encuentro y le dijo:


-Mujer, te esperaba desde hace mucho.

Ella sin dejar de lado su coquetería y con la sonrisa a flor de labios le respondio cariñosa:


-Amor, yo he esperado hadsta el día de hoy or ti y no me quejo. Mirame ¿Acaso no he envejecido contigo?, ¿No ha valido la pena verme así?, solo me has conocido de e zapatillas y jeans, mira que ha sido un milagro dejarme maquillar y peinar ¡pobre estilista! Empezó a reír.


El rostro colérico de Alfredo se transformó a calmado. Hizo memoria y se rió con su amada. Ella le tomó la mano. Y se miraron como adolescentes enamorados.


Y luego de este intercambio de opiniones y recuerdos, Alfredo y Carla, entraron del brazo a la iglesia para formalizar su unión después de cincuenta años de vivir juntos, ser padres de cinco hijos y abuelo de doce primorosos nietos.

Las emociones de un año que se va