En una casona antigua de Villa Libre vivía Leo, el fantasma verde, apodo que le dieron unos niños que asustó cuando recién comenzaba en el oficio. Pero, un día recibió una visita inesperada en su hogar y cambio su vida.
Todo empezó cuando Manolito llevó a todos sus amigos ajugar a la vieja casona El Carmen. Priemero, recorrieron la sala; luego los pasadizos y después descansaron en las escaleras para comer caramelos y chupetines. Mientras Leo se hizo sentir arrebatando un dulce al más pequeño del grupo, que empezó a gritar: me roban, me roban mi chupetín. Ni corto ni perezoso Manolito sacó una honda y apunto hacia la golosina que cayó como un paracaidista en el blanco o mejor dicho en sus manos, ya quera el má ágil de todos. Y exclamó:
-Miren, miren yo le ganó hasta un fantasma.
-Bravo, bravo gritaron en coro los demás niños. Y agregaron ahora, tú serás quien manda.
Desde ese día, Manolito y su grupo no lo dejan tranquilo. En la noche lo persiguen, le hacen bromas. Leo debe asumir diferentes formas para huir: unas como alfombra del vecino, otras como globo perdido; incluso, los despista con sábanas colocadas estratégicamente en diversos lugares y para nos ufrir de tensión ha decidido esconderse en el sótano y salir en las mañanas.